Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo de Elif Shafak
Traducción de Antonia Martín
Editorial Lumen
356 páginas
La idea de la que parte este libro me pareció interesantísima desde el primer momento: según diversos estudios científicos, hay un breve lapso de tiempo después de lo que los médicos llaman la muerte clínica (es decir, cuando el corazón deja de latir) durante el cual el cerebro sigue funcionando. Dicho lapso va desde unos pocos instantes hasta los 10 minutos y 38 segundos; este es el máximo comprobado en un estudio.
Así pues, no es ninguna sorpresa descubrir que este libro empieza con una muerte. Y no cualquier muerte, sino la de la protagonista: Tequila Leila, una mujer que ejerce la prostitución en Estambul, la capital de Turquía.
A través de cada uno de esos diez minutos y treinta y ocho segundos, Leila va rememorando su difícil infancia en un pueblo remoto, la turbulenta relación con sus padres y su tía, que esconden secretos que también averiguaremos a medida que los recuerdos de Leila van avanzando a través de los años y, lo más importante de esta historia: a sus amigos.
Paralelamente, dichos amigos se juntan al averiguar que su nexo de unión, la persona (porque siempre hay una) que hace de "pegamento" en su grupo, ha fallecido. No, no diremos que ha fallecido, no incurriremos en esa desconsideración; la han asesinado. En ellos recae la tarea de darle una sepultura digna de la persona que era, después de que su familia haya rechazado hacerse cargo, y el hospital se niegue a entregarles el cuerpo.
A medida que transcurre el libro vamos adentrándonos en la vida de Leila, y en todos y cada uno de sus amigos: descubrimos con todo lujo de detalle como se conocieron, por qué han creado un vínculo, y qué se aportan mútuamente. Leila no ha tenido una vida fácil, pero incluso a través de las páginas la percibimos como una persona alegre, llena de energía y vitalidad.
Puestos a buscarle una pega a este libro, porque rara vez no la hay, por muy bueno que sea, para mí sería el hecho de que el asesinato de Leila parece quedar desde el principio en un segundo plano. Nos pasamos (o como mínimo yo me pasé) toda la lectura esperando saber qué le ha pasado a la protagonista, cómo ha muerto y por qué, y finalmente, cuando lo descubrimos, resulta ser totalmente aleatorio y hasta un tanto escenificado, como si la autora hubiese resuelto ese "pormenor" de la forma más sencilla posible.
No diré más para no hacer uno de esos temidos spoilers, aunque como podéis ver, la gracia de este libro no recae en saber por qué / cómo ha muerto Leila, sino en conocerla a través de los momentos cruciales de su existencia, concentrados por su mente en esos últimos 10 minutos y 38 segundos de vida.
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