La dependienta de Sayaka Murata
Editorial Duomo Nefelibata
162 páginas
Traducción de Marina Bornas
Entre la naïf Amélie y la terrorífica e hilarante Parásitos, esta es la historia de Keiko, una mujer joven cuyo mayor suceso vital es ser dependienta de una konbini (entiéndase un comercio 24 horas donde se vende de todo un poco).
Desde el inicio de la historia, la autora Sayaka Murata nos deja entrever que la protagonista ha sido siempre una chica "rara" a la que su familia ha tratado de "curar" de esa enfermedad tan denostada de no encajar en la sociedad. Para una mujer de 36 años, con escasa vida social, sin marido ni pareja conocida, sin previsiones de procrear en un futuro próximo y con un trabajo de dependiente por horas, resulta complicado librarse de las preguntas de rigor y de la mirada acusatoria de un entorno que ha seguido siempre el curso esperado de las cosas.
El caso de Keiko, sin embargo, va más allá del hecho de ser una simple "solterona": es incapaz de entender los códigos sociales y de compartir los sentimientos de las personas "normales" (nótese la especial importancia del uso de comillas). Para una mujer que nunca se enfada, que no sabe lo que es el apetito sexual y que, ya de pequeña, quiso freír un pajarito muerto, moverse entre la gente no es tarea fácil.
Por ello, el uniforme, la sonrisa estudiada ante el cliente, la mecánica de las ofertas de onigiris y perritos calientes y la cotidianidad de quien debe reponer las bebidas refrescantes en los estante, solo pueden significar para ella zona de confort. La tienda es un lugar seguro, en el que refugiarse bajo el conseguido disfraz de una dependienta al uso.
Con esa concisión tan característica de las novelas japonesas, con pocas florituras y sin giros argumentales, La dependienta atrapa precisamente por su sencillez y por el magnetismo de ese personaje que no encaja y que ni siquiera entiende lo que eso significa.
Una lectura ágil, entretenida y recomendable.
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