En nuestro caso queríamos hablar de dos de sus novelas más reconocidas y en las que las protagonistas son, en ambos casos, mujeres de armar tomar. Doña Perfecta y La desheredada son obras cargadas de ironía, con personajes muy bien trazados y que en ciertas ocasiones rozan el patetismo y que, además de mostrarnos una época y unas costumbres, ofrecen una lectura que va mucho más allá del costumbrismo español, que nos habla –como suelen hacer los grandes– de las pasiones humanas y que, por lo tanto, son universales.
Vayamos por partes. En Doña Perfecta (1876), el canario nos traslada directamente a esa España profunda en la que la moral se defiende con tanta severidad. La lucha entre el conservadurismo y la modernidad es representada a través de los dos personajes centrales de la novela. Por un lado, Pepe Rey, un ingeniero de ciudad que llega a Orbajosa para casarse con su prima Rosario con la mejor de las intenciones. Sin embargo, allí se topará con una población de mente cerrada en la que su tía y futura suegra, Doña Perfecta, representa el súmmum de la fe cristiana, la intolerancia y la severidad. Vamos, que mejor no tenerla en contra, pues el propio Galdós llega decir que "aborreciendo tenía la inflamada vehemencia de un ángel tutelar de la discordia entre los hombres".
Sin ánimo de hacer spoilers, solamente apuntar que la tensión narrativa reside en este choque frontal entre lo conservador y la modernidad, tan fácil de extrapolar a cualquier época y lugar y en la que Pérez Galdós nos pone frente a ese eterno debate entre lo de siempre y lo nuevo, entre el bien y el mal, entre la virtud y el pecado.
Unos años después, en 1881, el escritor se adentra de lleno en sus contemporáneos, haciendo un estudio humano de lo que observa a su alrededor, al más puro estilo Balzac. En ese año publica La desheredada una obra que resulta quizás más amena y divertida que la anterior y en la que la muchos de los personajes que van apareciendo hacen equilibrios entre la locura y la cordura. La protagonista es en este caso una joven, Isidora, a la que su tía ha convencido de que es la heredera de un marquesado. Una herencia que está dispuesta a recibir cueste lo que cueste y que la llevará a Madrid para que se haga justicia con ella y con su hermano menor (un muchacho sin oficio ni beneficio) y se reconozca su nobleza.
Manicomios, cuernos, prostitución y hasta penas de cárcel; nada le falta a esta novela que nos muestra la miseria humana y en la que pocos personajes se salvan de hacer reír al lector con sus desvaríos melodramáticos, típicos de una tragicomedia en la que uno se debate entre reír y llorar.
Libros de Pérez Galdós hay muchos, además de su aclamada Fortunata y Jacinta, y este es un buen momento para darle una oportunidad (o segunda, para aquellos que quizás tengan una impresión errónea de él, por culpa de las lecturas obligatorias).
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