Traducción de Laura Martín de Dios
Editorial Lumen
320 páginas
"La juventud y la belleza son para las estrellas del rock y los poetas. Quienes viven al límite tienen el sentido común de morir antes de que sea demasiado tarde."
Una misma historia, un mismo dilema, dos épocas distintas. Este es el approach que la siempre sorprendente Jeannette Winterson toma en su última novela.
Primero topamos con la ya por todos conocida historia de la creación de Frankenstein, la novela que una joven Mary Shelley escribió durante unas lluvias torrenciales que la tuvieron encerrada unas semanas, a lo largo de un verano que pasaba en Ginebra, acompañada por su marido Percy Shelley, Lord Byron -ambos poetas-, su hermanastra Claire y el médico de Byron, Polidori.
Un salto temporal nos lleva a una Inglaterra post-Brexit, si no contemporánea, en un futuro próximo. Los nombres son los mismos, o similares, los personajes guardan unos parecidos más que razonables con sus "modelos", si es que les podemos llamar así, aunque evidentemente adaptados a la época. Empezamos a adentrarnos en un mundo donde los robots están cada vez más presentes, aunque esto ya no es ninguna sorpresa. El verdadero interés no está en ellos -el beneficio económico sí, debemos aclarar, pero no el intelectual- sino en la IA, la Inteligencia Artificial.
Nuestr@ protagonist@, Ry Shelley, se define como trans. Nació mujer, y siempre supo que estaba en el cuerpo equivocado, pero tampoco se siente hombre. Se ha quedado, pues, a medio camino entre uno y otro género en lo que aún es una sociedad binaria. Si ya nos quedó claro el interés de Winterson por la tecnología durante su reciente charla en el CCCB, a partir de este libro es innegable afirmar que es una verdadera apasionada.
A parte de su admirable conocimiento, la autora también nos deslumbra con su aparente facilidad para cambiar de estilos. La historia del pasado se encuentra escrita en el mismo tono que podríamos apreciar en una novela clásica como Frankenstein, por ejemplo. Y saltar de ese tono al carácter millenial - directo, tajante y aparentemente desenfadado - tan en voga hoy en día, es un ejercicio estimulante para el lector.
Cabe decir que el ritmo de la novela, en la que la historia basada en el presente avanza a una velocidad trepidante, me ha dejado con la sensación de que la autora pretendía contar mucho en poco espacio (o tiempo), y hubiese deseado que se explayara más en algunas de las escenas o reflexiones. Por otro lado, creo que con esta obra Winterson hace el trabajo de plantar la semilla de la duda en la mente del lector, luego el trabajo que lo haga él o ella.
En conclusión, aunque quizás no diría que es el texto de mayor calidad literaria que he leído de Winterson (título ocupado, de momento, por La Pasión), creo que estamos ante una novela en la que prima el contenido por encima de la estructura, y que la falta de perfección estilística se ve compensada por las reflexiones a las que nos invita, no solo por ser actuales sino por extremadamente necesarias.
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